viernes, 17 de noviembre de 2017
Prensa COC - Coldeportes
Abuelo, padre y nieto han estado en las dos rondas iniciales de los Juegos en el club Campestre de Cali. Daniel, el más joven de la generación, comanda la clasificación y alimenta la ilusión de medalla para Colombia.
La lluvia retrasó el inicio, el reloj empezaba a acosar para cumplir la segunda cita importante del día, pero no se movería sin antes ver el swing inicial de su ‘Champion’. Entonces sólo instantes después de que vio golpear la bola con firmeza, emprendió presuroso el camino a la salida, con la promesa de que nueve hoyos después iría a su encuentro de vuelta.
Una revisión médica obligó a Danilo Zuluaga a separarse de su nieto Daniel, en la segunda ronda del golf de los Bolivarianos en el club Campestre de Cali. A sus 89 años no sólo se mantiene activo en el deporte que le heredó ya a dos generaciones, también quiere seguir paso a paso el camino hacia el podio del único golfista profesional de la familia.
Sólo algo le tranquilizó de no poderlo acompañar como lo había hecho el jueves en los 18 hoyos: saber que a su lado estaría su hijo y padre del deportista, quien aparte de llevar su mismo nombre, comparte la pasión por los palos, las bolas y los green.
"¿Por qué no le puse Danilo como el abuelo y el papá? ¡Ya con con dos en la familia era suficiente!", suelta entre risas el progenitor de Daniel, que se pone tan ansioso por ver a su hijo jugar, que sólo encuentra en el cigarrillo la calma pasajera. "Por cada tres hoyos me fumo dos, aunque a Dani no le gusta que lo haga", dice en voz baja, casi de regañado.
En realidad, el silencio y la concentración imperan en el recorrido. De vez en cuando, Danilo suelta un "Bien Dani" y eventualmente encuentra como respuesta el "Gracias Pa". No hacen falta las palabras. Su expresión corporal la conoce a la perfección. "Estando a muchos metros de distancia, con el simple caminado ya sé cómo le está yendo", dice el empresario vinícola de 56 años.
El campo lo conoce al derecho y al revés. Juega con frecuencia en él y advierte que el décimo hoyo es el de mayor complejidad. Igual, no hace falta sugerencia alguna para Danilo, quien asegura estar como en su "segunda casa".
"Venía de estar cuatro meses en el exterior y reencontrarme con la familia y en la ciudad donde viven mis papás es muy emocionante", agrega el único latinoamericano que compite en el circuito asiático, un reto que ya le ha puesto más de una prueba.
En agosto pasado una apendicitis lo sorprendió en Bangkok. Tuvo que interrumpir abruptamente la competencia y tras ochos días de estar internado en el hospital, viajó a Estados Unidos para continuar la recuperación durante siete semanas. Luego vinieron cinco torneos en línea y después 30 horas de vuelo con el itinerario Filipinas-Chicago-Panamá-Cali para representar a Colombia en los Bolivarianos.
"Todo lo difícil allá se ha dado bien acá", suelta con alivio Daniel, a quien le sobra motivación y así se ha evidenciado en el campo con el cuatro debajo del par que lo tiene al tope de la clasificación tras las dos primeras rondas.
Quien le carga la bolsa no es su caddie, es su mejor amigo, Arturo Henao, uno más de la familia. Danilo padre le agradece la ayuda incondicional, mientras muestra una foto del instagram de su hijo, haciendo su primer swing con apenas 14 meses de nacido.
Toda la vida al golf o el golf es su vida. No importa el orden para Daniel, quien recuerda de esa imagen que una tía abuela le regaló esos palos de juguete y después la abuela, a los tres años, le obsequió los de verdad. "Desde entonces no he parado y menos teniendo el ejemplo de mi abuelo y mi papá. Estoy orgulloso y feliz de la familia que tengo", confiesa emocionado. Sentimiento que se multiplica al ver a sus dos espejos al lado.
Como todo trabajo en equipo, dividieron funciones. Gloria, la madre del líder de la competencia, se encargó de llevar al abuelo a la cita médica para traerlo de regreso lo antes posible. Promesa cumplida. Para el décimo ya estaba gritando: "¡Muy bien Dani!"
"Fui boy scout, luego jugué baloncesto, fui tronco para el fútbol, después me dediqué al tenis, pero el golf era lo mío, al punto que hoy lo juego tres veces por semana en Pereira", cuenta con orgullo el primero de la generación, quien tiene muy presente que allí hace un año se juntaron por última vez los tres para jugar.
Memoria tiene, experiencia ni hablar. Por eso no descuida detalle alguno del estilo de su nieto. "Yo me quedo con el fin del swing para calcular la altura de la bola", suelta antes de lanzar un anhelo que es casi como un hoyo en uno: "Ahora toca que se case, tenga hijos y uno al menos siga la tradición".
Al final del hoyo 18, la satisfacción de seguir al frente fue sellado con un abrazo a seis brazos. La mitad del camino se ha coronado, pero los tres saben que se viene lo más difícil, aunque sin importar el resultado, llegarán juntos al final este domingo.
"No sé qué es más complicado, si lo que resta en estos dos días de competencia o la ilusión del abuelo", afirma entre risas Daniel, que siguiendo fielmente las enseñanza de sus mentores golfísticos, establece prioridades… "primero me concentro en terminar bien y buscar la medalla, luego pensar en la tarjeta para el circuito asiático o si vuelvo al PGA Latinoamérica, y ya después miraremos cómo aumentamos la generación Zuluaga en el golf".
Alto contraste
Reducir
Aumentar
Ayuda
Centro de relevos