domingo, 17 de noviembre de 2019
PRENSA MINDEPORTE
Cartagena, 17 de noviembre de 2019. - Han pasado siete años desde que Ibone Daniela Vargas vivió la derrota que más la marcó. Fue en los Supérate Intercolegiados de 2012. Ella jugaba con el colegio Panamericano del Valle, que parecía imbatible. Se encontraba en una racha de victorias formidables. Pero lo malo de tener una seguidilla de victorias es que en cualquier momento se acaba. Y eso les pasó en la final contra Santander.
Perdieron por cinco puntos. Las lágrimas fueron incontrolables, al igual que la desazón. Un nudo se le formó en la garganta y la sonrisa desapareció. Lo que parecía un hecho quedó en ilusión y se quebró como una porcelana caída. Sin embargo, los deportistas que pierden, aprenden, entienden que la derrota hace parte del proceso y que es necesaria para seguir creciendo.
Eso lo entendió Ibone Vargas a la perfección y aunque la tristeza la acompañó por unos días, se recompuso y continuó su camino, ese que comenzó en la cancha de baloncesto de Puerto Tejada, Cauca, municipio en el que crió después de que a los dos años viajara con su familia desde Bogotá.
En esa cancha de cemento, en el que entrenaba un grupo de niñas del colegio Confacauca, entre las que estaba su prima Laura, fue en la que dio sus primeros saltos y realizó sus primeros dribles. Pero la ilusión no duró mucho ahí, porque la escuela se terminó. Pero bajo las órdenes de Jairo Ararat ella continúo con su deseo de convertirse en basquetbolista.
Fue una labor de tiempo completo para Vargas, quien en varias ocasiones tuvo que dejar de lado reuniones familiares y ratos de ocio para concentrarse en lo que ella llama su primer amor. "En muchas ocasiones no tuve la oportunidad de estar con mi familia, el entrenamiento se convirtió en algo primordial, tanto que mi vida social en la actualidad son jugadores de baloncesto, porque no hay tiempo para hacer algo extra", resalta.
A los 13 años partió para Cali. Fue allá donde conoció a quien se convertiría en su maestro: José Medrano. Él se encargó de pulirla en la parte táctica como técnica. Gracias a él empezó a ganarse un puesto en el Club Panamericano, hasta convertirse en una de sus líderes. Saboreó las mieles del triunfo y sufrió los retorcijones de la derrota. Pero siempre creciendo, aprendiendo.
Hoy por hoy defiende los colores del Valle del Cauca. Su objetivo es claro: seguir madurando como deportista, ser una mejor persona con el paso de los días. Ese es su RETO, el que quiere cumplir para convertirse en una jugadora completa, que le siga dejando alegrías a Colombia y a su región.
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